viernes, 28 de septiembre de 2012

Una Aire diferente, pero loca :)


Mi querida Pequeña Dama, permite que te cuente cómo fue nuestra infancia decía la joven Aire a su yo de niña
Mamá era una poderosa Reelon. No diré la más poderosa, porque a mamá no le gustaba presumir, pero seguramente sería de las que más.
Nuestra raza vivía en el bosque de Kolinndor. Yo era muy feliz por aquella época. Me encantaba practicar la magia y el bosque. Y, claro, estar junto a mamá y las demás. No había nada en el mundo que pudiera cambiar por ello.
Pero la única feliz en aquella época era yo. Al parecer, un señor muy malo estaba tomando por la fuerza ciertas zonas, pero a mí nadie me dijo nada.
Un día, mamá me mandó a por flores a lo más profundo del bosque. Se la veía preocupada, mucho. Me dio un abrazo, y dijo que no volviera hasta pasada varias horas.
Así hice… Una lágrima surcó la mejilla de Aire, que se la limpió con el dorso de su mano como si no pasara nada
Cuando volví a la aldea… No, ya no se le podía llamar aldea. No había nada. Todas las casas estaban destruidas, todo ardía.
¡Mamá, mamá! Grité por todos sitios. ¿Dónde estás, mamá? Pero ella no me respondía.
Al final la vi. Estaba con los brazos abiertos y parecía que me miraba, aunque su mirada era muy fría… Aterradora.
Cuando me acerqué corriendo para abrazarla, muerta de miedo…
¡Mamá estaba muerta! ¡Muerta! Gritó desconsolada, al mismo tiempo que empezaba a llorar con gran intensidad.
Tenía tres lanzas clavadas. Dos en el pecho, una a cada lado, y otra en el estómago.
Corrí a ella y empecé a llorar.
¡Mamá, mamá, despierta! ¡Despierta mamá!... pero ella no lo hizo.
No se cuanto tiempo pasó, pero unas mujeres de la aldea aparecieron y me cogieron en brazos. Me llevaron a la Aldea Sagrada.
Allí me enteré del ataque sorpresa del Emperador, de cómo mi madre intentó prevenir a todas las demás para que estuvieran alerta, porque un escalofrío recorría el ambiente, y cómo las demás la ignoraron.
Entonces… dijo sonriendo y mirando a un lugar en particular. Apareciste tú, mi Pequeña Dama. ¿Sabes por qué te llamo así? Porque era el nombre cariñoso que mi mamá me decía.
Éramos tan iguales… Pero no se por qué la gente decía que no te veía. Cada vez que les preguntaba si éramos hermanas, las demás mujeres me miraban al principio mal, y después con pena. Siempre decían que no había nadie conmigo, que era sólo mi imaginación.
Qué locas están las pobres… Aire hacía este último comentario asintiendo con gran fuerza.
Según me fui haciendo mayor, fui descubriendo más cosas de ese maldito Emperador. Tenía que matarle. No, no sólo eso. Tenía que aplastar su cabeza. Sí, eso estaría bien.
Un día, sin avisar a nadie, decidí partir. Debía buscar al Emperador, debía asesinarlo… Sólo entonces mi mamá podrá descansar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario